sábado, 31 de julio de 2010

CAPITULO 14 MP II... "Un futuro Perfecto" (lo que pudo ser si los Bessat no hubiesen existido)

MEMORIAS PERDIDAS II -- CAPITULO 14 UN FUTURO PERFECTO

MELISSA (POV)
(MUCHOS, MUCHOS AÑOS DESPUES)


El otoño había llegado de forma repentina, la mañana del uno de septiembre era crispada y dorada. Una pequeña familia se abría paso entre los transeúntes de la estación de tren para llegar a la barrera que dividía las plataformas nueve y diez…

“¡Nah!… demasiado formal” pensé y reorganice la oración en mi cabeza…


Era primero de septiembre y mi familia cruzaba la estación con destino a la plataforma 9 y ¾ arrastrando consigo un carrito de equipaje.

Mi cabello negro llegaba hasta la cintura y era lacio a excepción de las puntas que solían levantarse en puntas. Siempre me decían que era idéntica a mamá pero yo no lo creía así; aparte de la diferencia en el color de nuestros ojos, el cabello de ella (desde que tenía memoria), era de un negro muy intenso, apenas y llegaba a la altura del codo y era totalmente ondulado. El color de nuestra piel también era distinto porque yo era muchísimo menos pálida que ella. Dijeran lo que dijeran… no éramos iguales. .


Caminaba detrás de ellos con despreocupación y con los brazos cruzados sobre el pecho. Mis ojos verdes estaban clavados en mi hermano pequeño que parecía demasiado entusiasmado por su primer día de clases en Hogwarts. Él no dejaba de saltar y correr en dirección a la barrera y mis padres no hacían nada para calmarlo ¿Cuál era la prisa si aún faltaban quince minutos para que el tren se marchara? Yo no había sido tan exagerada en mi primer curso ¿o sí?

Evité responderme porque mí llegada a la estación de tren había sido idéntica o incluso más desesperada que la de mi hermano, el pequeño Enrique; nombre que según mi mamá le habían dado por viejos y divertidos recuerdos del pasado. Fue algo que solo pregunte una vez ya que tanto ella como mi papá se rieron como niños haciendo travesuras y ruborizándose ligeramente. Era mejor no preguntar…


Otra cosa que pregunté de pequeña y que nunca comprendí fue como a mis papás se les había ocurrido la genial idea de darme un hermanito meses antes de que yo cumpliera los siete años. Su llegada cambió significativamente mi modo de ver las cosas y también cambió la atención que me daban no solo mis papás, sino todo el mundo que me rodeaba. Y no es que fuera una envidiosa pero perder algo a lo que estas acostumbrada cuesta un poquito de trabajo. Aun así, adoraba a mi hermano.



Tenía bastantes recuerdos aunque muy vagos de los primeros años de mi infancia y algo que jamás iba a poder olvidar era el día que vi por primera vez el rostro de mi papá. No recordaba porque mi mamá y yo habíamos estado separadas de él durante mi primer año y medio de vida y tampoco era algo que a ella le gustara mencionar pero sinceramente me dejo de importar en cuanto estuvimos todos juntos. Al cumplir los tres años de edad, mamá y papá se iban a casar aunque para ese entonces yo desconocía por completo el contexto de la palabra “matrimonio” o “boda” yo solo sabía que era una fiesta muy bonita en el que todos se vestían elegantes y en el que yo no dejaba de darme vueltas con tal de ver el vuelo que tenía mi precioso vestido.



Sin embargo, esa mañana de fiesta se había visto opacada por la aparición de alguien a quien no le gustaba la idea de que mis papis estuvieran casados; pero aparte de los gritos e insultos proferidos por mi madre en cuanto se enteró que algo iba a arruinar la perfección de su boda no supe nada mas ya que una joven rubia y con ojos soñadores que respondía al nombre de Luna me había alejado de la casa y llevado a dar la vuelta a un lugar que jamás volví a ver en mi vida pero que era muy hermoso. A mis tres años vivía en un mundo de fantasía en el que nada más que la felicidad, travesuras, peluches y mis papás existían. Como desearía ser una niña de nuevo sólo para volver a recordar todos los momentos felices.



Cuando Luna y yo volvimos a casa, ya era de noche. Muchos magos más de los que yo recordaba haber visto se encontraban en la pequeña sala de mi madre Al encontrarlos ahí lo primero que me imagine fueron soldados que estaban apostados a cada entrada de la casa y las ventanas para evitar que los malos vinieran a hacernos algo. Para mí todo seguía siendo un juego. Sus atuendos informales desentonaban con la elegancia de los demás invitados. Sin embargo, cuando mi mamá me tomo en sus brazos me di cuenta de que su resplandeciente vestido se había convertido en algo desastroso al igual que su cabello. Ella lucia triste y enojada pero con una mueca de risa intentó disimularlo todo. Mi papá no se había quedado atrás, en una de sus mejillas y camisa quedaban restos de fango, y sus pantalones tenían rasgaduras. La boda nunca se realizó.



Y cosas muy similares pasaron a lo largo de los años. Cada que planeábamos festejar algo en grande, llegaba ese alguien y lo arruinaba poniendo de pésimo humor a mis padres pero sobre todo a mamá.



Vaya… y según yo sólo tengo vagos recuerdos de mi pasado.



Me reí de mi misma y volví a prestar atención a la estación por la que circulábamos. Mis botas negras resonaban en la acera, lucía una mini falda del mismo color y una blusa holgada y con brazos descubiertos en color rosado (mi color favorito). Me prepare para cruzar por octava vez en mi vida la barrera que nos llevaría directo a la plataforma donde aguardaba el Expreso de Hogwarts aunque en esta ocasión solo la cruzaría para despedirme de Enrique.



Yo contaba ya con los dieciocho años cumplidos y tan solo unos meses atrás había terminado mi séptimo curso. Me había convertido en una mujer inteligente pero muy a menudo me dejaba llevar por mis impulsos. Alegre, rebelde y caprichosa pero nada con lo que no se pudiera lidiar. Comúnmente y cada que no conseguía lo que quería (que era muy seguido), hacia berrinche y fingía enojarme pero a las tres o cuatro horas me contentaba y hacia como si no hubiese ocurrido nada. Mis papás estaban acostumbrados a ese comportamiento y mi mamá prefería ignorarme argumentando que lo caprichosa lo había heredado de ella pero que mi corazón era tan tierno y generoso como el de papá quien era el que me consolaba y me mimaba.



Eso me gustaba, no podía negarlo.



Pero no todo podía ser perfecto, así como la vida a lado de mis papás y de mi latoso hermano podía ser divertida y feliz, también era un infierno porque estaba llena de limitaciones.



Todo adolescente sueña con volverse independiente y libre en aspectos que cierta edad ameritan. En mi caso no era así ya que no podía hacer ninguna actividad sin el previo consentimiento de mis papás y además alguno de los dos debía estar presente. A veces su actitud sobreprotectora era excesiva al punto de tenerme en la mira las veinticuatro horas y si ellos no podían vigilarme, siempre existiría alguien más que les hiciera el favor.



“¡¡Por Merlín, YA NO SOY UNA NIÑA!!



Suspire recordando todos mis intentos frustrados de fuga durante los periodos de vacaciones que quizá eran los más aburridos de todo el año porque me la tenía que pasar encerrada en la casa. ¡Ni siquiera podía salir al parque para buscarme un galán! ¡Qué injusto!



Ellos solo decían:



“-Todo lo que hacemos es por tu bien Mel, algún día lo entenderás”



¡Pero ya eran 18 años y aun no lograba entenderlo! Las piezas del rompecabezas habían sido escondidas de modo en que yo no me percatara de la verdadera razón por la que ellos nos sobreprotegían (aunque sólo a mi me prohibían cosas).



Justo en ese momento, justo cuando mis pensamientos iban directo a los reproches contra mis padres; Enrique corrió directo a la barrera para cruzarla con el carrito de equipaje delante de él, aunque eso no supuso ningún desafío ya que no era la primera vez que lo hacía. Su cabello negro como la noche se despeino aun más y desapareció de nuestra vista. Él también había heredado los ojos de mi papá y eso me hizo recordar que muy de vez en cuando mi madre se quejaba de que ninguno de sus hijos hubiera sacado “sus preciosos e inigualables ojos azul zafiro” ¡Ja!, y decían que yo era vanidosa. Ella sin duda alguna me ganaba pero la verdad es que a pesar de que ambos pisaban ya los cuarenta años, podían disimularlo muy bien.



Una vez estando al otro lado de la barrera me comencé a sentir incomoda. Alguien me estaba observando, podía sentirlo. Miré en ambas direcciones para quitarme esa sensación pero en medio de padres deprimidos y alumnos impacientes fue imposible ver algo fuera de lo normal. No era la primera vez que experimentaba esa sensación y después de convencerme de que eran puras alucinaciones me encogí de hombros y me coloqué detrás de mis padres que seguían dándole consejos a Enrique sobre cómo comportarse en el castillo y demás.



De repente, un escalofrió recorrió mi nuca y me vi obligada a levantar la vista: Detrás de una columna estaba una mujer rubia y de ojos oscuros… ¿observándome? Fruncí el ceño y sin pensármelo dos veces me dispuse a seguirla para obtener una explicación.



-Despídete de tu hermano, Melissa. –llamó mi mamá. Volteé a verlos un poco molesta por haberme distraído pero al regresar la vista en la mujer misteriosa, ella ya no estaba.


N/A: Esto iba a ser el cap en lugar de donde Fred murió y todos los Bessat aparecieron, obviamente con su aparicion tuve que hacer acomodo de tiempos y el bebe Enrique en MP III  nacio cuando Mel tenia 5 años y no a los 7 como tenia pensado jejeje

Saludos!